Me ha llegado este artículo de un profesor de la Universidad Nacional del Sur. Me ha precido importante,´acercárselos; seguramente su lectura redundará para un diálogo más profundo en la evaluación final que nos hagamos, creo que el 1º de marzo para los De Ciencias Sociales, y en fecha posterior para los de Pedagogía
La universidad: historia y problema (Parte XII)
Por Ricardo Vicente López (*)
La epistemología, que asegura la cientificidad de tal sistema de saberes, está estructurada sobre la base de la aceptación de la dualidad cartesiana, la que parte de la existencia de un enfrentamiento entre un sujeto, encerrado en su solipsismo, y el objeto, como exterior y distinto de él, pero configurado a partir de su racionalidad,. Todo ello sostenido por una pirueta filosófica que le garantiza el razonamiento. Esta epistemología estatuyó las condiciones del saber científico y se erigió excluyentemente como el modo del saber de la ciencia. Esta definición funcionó imperialmente sobre todo otro tipo de conocimiento, sometiéndose a la división entre la doxa (la opinión) y la episteme platónica (el saber fundamentado), exacerbada exponencialmente. Es interesante la recomendación que hace Michel Serres sobre lo siguiente.
Repara en el sentido que encierra la "antigua idea griega de invariancia y estabilidad racional expresadas por el vocablo epistéme... no faltan razones, es verdad, para perpetuar las cosas...". La ironía señala el compromiso que, ese fundamento del saber de las ciencias, tiene con la preservación de un modo de estructurar el orden social y su preservación. Esto lo va a llevar a Marx a decir en su Tesis Nº 11 sobre Feuerbach que "los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diversas maneras, lo que importa es transformarlo".
Y aquí ha podido comprobarse que la razón transformada en prejuicio es la peor forma de éste, porque impide el uso de ella como instrumento de la crítica y autocrítica a la que no se somete. La Universidad deberá preservar el ejercicio de la crítica para proteger a la razón de ella misma, en su tendencia al enclaustramiento y a la tiranía de un modo de pensar desnaturalizado, el racionalismo. Y digo "deberá" por las trabas académicas que colocan a todo pensar que no se adecue a sus moldes. Pero al mismo tiempo deberá comprometerse con las transformaciones que los resultados de las investigaciones y de las reflexiones aconsejen. Herbert Marcuse contestaba en este sentido a preguntas del diario Le Monde de París, en Mayo de 1968, sobre el compromiso de un profesor universitario:
"Toda explicación verdadera debe conducir a buscar una transformación, y hay una relación interna evidente entre la explicación y la transformación. Por mi parte, hace tiempo que no tengo una actividad política militante, es cierto. Escribo, profeso, pronuncio conferencias, hablo a los estudiantes: es la forma normal de acción para un intelectual... En los Estados Unidos, la creciente oposición a la guerra de Vietnam ha logrado ya provocar, al menos parcialmente, el cambio de la política norteamericana... No hay que hacerse ilusiones, pero tampoco hay que ser derrotista".
El positivismo del siglo XIX coronó esta historia del saber científico y condenó todo "devaneo" filosófico, que pretendiera atentar contra estos sagrados principios de la Ciencia y, al mismo tiempo, alejarlo de toda "contaminación" política. Si bien es cierto que el positivismo fue posteriormente criticado, y que fueron numerosos los intentos por romper tan rígido cerco, creo que los triunfos han sido pálidos y la capacidad de sobrevivencia, que ese modelo ha demostrado, le otorga una vitalidad digna de mejor causa. Es que las críticas no acertaron al núcleo racionalista que sostiene todo el edificio científico y, por otra parte, el predominio del avance de la investigación, en el área de las llamadas ciencias duras, ha ido reintroduciendo subrepticiamente las metodologías criticadas. Es que lo que no ha sido tenido en cuenta es que la definición de ciencia y su epistemología sólo es aplicable a la "ciencia moderna", ya que de ella depende, y no a la ciencia sin más.
(*) Profesor de la Universidad Nacional del Sur. Web / Correo
viernes, 11 de enero de 2008
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2 comentarios:
Mas que preparar el examen final de Filosofía, este artículo nos debe posicionar en una actitud cambiante, creciente, sostenida en el tiempo y los espacios que transitamos.
Si los docentes no buscamos el conocimiento donde se origina y circula, que es la Universidad, no habrá cambió en el pequeño gran mundo del aula.
Esa capacitación que buscamos algunos debería llegar a todo el sistema educativo, sin que lo pidamos, ofrecido por el estado.
¿Estoy equivocada o no?
Comparto enteramente tu criterio, querida amiga. Saludos a la gente de Gilbert. Máximo
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