sábado, 23 de febrero de 2008

Algo pendiente (sobre el existencialismo).

Estimados Amigos, en esta oportunidad intentaré hacer una vez más un modesto aporte sobre los buenos planteos que vienen haciendo a partir de sus diálogos y estudio. En este caso, atendiendo a la segunda cuestión que ahora último Uds. han presentado. Sergio, tenía bien presente que esto del existencialismo quedaba pendiente, pero necesitaba disponer del momento adecuado para poder pensar, al menos algo, y compartirlo con Uds. Además, por carecer de una basta experiencia intelectual como para poder atisbar facilmente y con claridad todas las grandes cuestiones de la Historia del Pensamiento, necesito siempre hallar el momento apropiado para que surja, aunque sea, una “idea” que explique lo que me propongo comprender, y eso ya es mucho. Como pueden hoy corroborar es un “camino de por vida” y recién empezamos a andar y me alegra saber que a este camino lo vamos transitando juntos, con sus preguntas y las mías, con las enseñanzas de nuestros Maestros y el diálogo con ellos y con nosotros mismos, etc. Entonces, aquí estamos: para pensar juntos.

Para despejar las ideas, sugiero empezar postulando la necesidad de evitar hablar de una “idea o concepción de Dios” en los marcos del existencialismo, no por el hecho de evitar la posibilidad de enredarnos en las palabras o términos, sino porque es propio del pensar existencial subestimar el alcance real de las ideas y de las concepciones al momento de decir algo sobre lo real. En este sentido, las ideas y el concebir es un hábito de las “filosofías esencialistas” que pretenden comprender por la ciencia toda la realidad. Habíamos dicho: “Pues, lo que se conoce es la esencia pero no la existencia ya que ésta no puede ser concebida”. Tampoco podremos hacer referencia dentro de estos marcos a una teología tradicional.

Cuando en mí limitada comprensión de estas peculiares y profundas argumentaciones hago el intento de explicar el tema de “Dios” o “lo divino”, a partir de ellas mismas, puedo inferir y ver dos extremos. Por un lado: la necesidad de aferrarse por una fe ciega a Dios Trascendente y reconocerlo y vivirlo como un absurdo, como un Irracional quien es dueño y donante de la existencia del “sí mismo”, de éste “hombres de carne y hueso” que somos. Por el otro lado: el convencimiento de que la existencia de este ser no tiene en algo ni en Alguien su razón de ser. Nada es donante de su existencia; del “no ser” o de la nada venimos y hacia allí vamos. En uno de los extremos podemos el existencialismo inspirado por Kierkergaard; y en el otro, aquellos conocidos como “existencialismo ateo”.

Esta distinción sólo la hago para encaminar un poco la comprensión, pero por supuesto que tiene muchas limitaciones y peca por ser muy genérica. Por que, como en toda comprensión filosófica, no podemos dejar de lado las posibilidades de los “términos medios”; en este caso, de ciertas posturas existencialistas no tan radicalizadas (pero que también no han adquirido tanta trascendencia, al menos para nuestra comprensión actual, por no llegar al fondo de sus propias convicciones).

En mi opinión, quizás en sus fundamentos, estas dos posturas no sean tan contradictorias ni tan distintas como parecen. Pero dejémoslo aquí, creo que no es el momento para dar continuidad a estas cuestiones mías.

Ojala haya contribuido en algo con estos aportes.

Con un gran aprecio y en el diálogo que nos une, amistosamente los saludo.

Nacho.

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